La madre del cyberpunk, el hijo de la ciencia ficción, el nieto
del cine negro… Parece mentira que algo con adjetivos tan aparentemente
modernos tenga más de 30 años. Pero hay veces que en el mundo del cine se
produce algo… Llámese, milagro, genialidad o, simplemente, el fruto de un buen trabajo.
Hablamos, como no, de Blade runner.
La película narra como a principios del siglo XXI se crearon
unos robots con aspecto similar a los seres humanos. Además, estos estaban
dotados con la misma inteligencia y una mayor fuerza y agilidad. Fueron
llamados “replicantes”. Tras una serie de conflictos, los replicantes se
consideraron peligrosos y comenzó la orden de su busca, captura y posterior
eliminación. Esta se llevaba a cabo por una brigada llamada Blade Runners. La
historia comienza cuando Rick Deckard (Harrison Ford) es llamado de su retiro
para llevar a cabo la misión de eliminar a cuatro replicantes que se encuentran en
paradero desconocido.

Una buena forma para medir la calidad de un filme puede ser
el comprobar su estado durante el paso del tiempo. Es decir, si este le viene grande o pequeño. Muchas veces uno ve un
clásico y dice: “Sí, bueno, para su época está muy bien”. Si una película
consigue eliminar esa frase de las opiniones que se den sobre ella, entonces es
raro que no se trate de una auténtica obra maestra. Y es que, al visionar Blade Runner, uno tiene la sensación de
ver algo único, algo en lo que el tiempo no influye.
Que Ridley Scott no es uno de tantos lo sabemos. Ya lo había
demostrado 3 años antes cuando, en 1979, sorprendió al mundo con la terrorífica
Alien, el octavo pasajero. Todo un
visionario que supo aportar matices que diferenciaban su cine de cualquier
otro. Blade Runner es aún más. Ya no
es solo por la fotografía o por los efectos especiales. Es el tener la
genialidad para realizar un híbrido de géneros que parecen tan opuestos, como
son la ciencia ficción y el cine negro. Una historia donde parece que no
importa que estés en el futuro y que los coches puedan volar, pues eso solo es
el escenario. Un guion que posee uno de los discursos más recordados de la
historia del cine y que huyó de lo
comercial dejando un final abierto con multitud de hipótesis no resueltas.
Parece mentira que se estemos hablando de una película que en su
día fue un fracaso tanto de taquilla como de crítica. Quizá se adelantó a su
tiempo o solo fue mala suerte. Da igual, el tiempo le ha dado absolutamente la
razón.
Se ha anunciado una secuela para 2016, y parece ser que Ridley Scott no
estará detrás de las cámaras para dirigirla. La verdad es que parece más bien
innecesaria. En una época donde, en vez de rescatar sagas, la industria acude a
las sagas para ser rescatada, que toquen los clásicos da miedo. Blade
Runner está bien como está, en la
memoria del cine, inamovible. Y ni los años, ni la lluvia, harán que se pierda.
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